domingo, 23 de marzo de 2014

Capítulo 7: "Te quiero."

Me marché de aquel sitio sin mirar atrás y sin mirar a donde iba, sólo quería relajarme, dejar de pensar en lo que acababa de pasar justo delante de mis ojos. No sabía a donde me dirigía, tampoco era que me importase, como si me perdía en un bosque y no volvía jamás. Me daba cuenta de que la calle estaba desierta de que no pasaba nadie, pero mejor, así podría relajarme mejor. ¿Pero cómo puede haberse peleado con Cody cuando le dije que no lo hiciera? Se lo advertí por su propio bien.

De repente, algo o más bien, alguien interrumpió mis pensamientos. Sentí como me tapaba la boca con su mano haciendo que me fuera imposible gritar, llevaba una fina toallita pequeña que envolvía la zona de mi nariz y mi boca. Quería huir, pero sus fuertes brazos me hacían imposible hacerlo. Lo último que recuerdo era como mis pies me dejaron caer en el suelo y mi corazón latía lentamente. Sí, había sido secuestrada.

--10 minutos después--

El ruido de un coche me despierta, pero no consigo ver nada. ¿Estaba en el maletero? ¿Qué demonios hacía en el maletero de un coche? El motor se para y la persona que lo conducía abrió la puerta y se dirigió a la parte trasera. Esta era mi oportunidad. "Hazte la dormida" "Cuando te saque de aquí, será tu oportunidad", pensaba en mi cabeza.
Abrió la puerta y me hize la dormida. Pero, sentí como él reía al mirarme, ¿qué le hacía risa?

-Venga, preciosa, sé que estas despierta. Sólo dura unos minutos, es imposible que estes dormida.-dijo él. Fue entonces cuando abrí los ojos poco a poco y lo ví. Era un hombre, mayor, de unos 45 años, era moreno, alto, su cara me sonaba familiar, pero aún no sabía quien era.
-Reconosco que eres inteligente, pero no puedes jugarmela tan fácilmente, preciosa- volvió a hablar él, seguro de sí mismo.
-¿Quien eres?-pregunté.
-¿Segura que quieres saber la respuesta?
-Entonces no lo preguntaría, ¿no crees?
-A mí no me hables así. A partir de ahora, me llamarás "señor" y me respetarás.
-No voy a hacer ninguna de esas dos cosas, tú no eres nadie para secuestrarme y pedir a cambio, que te respete.- dije- Entonces fue cuando su mano rozó mi mejilla tan fuertemente como una piedra.
-Te he dicho que no me hables así, preciosa.- dijo. Yo me límite a tocar mi mejilla suavemente, me ardía. Esta vez, no había sido como cuando mi tía me pegaba, él era más fuerte que ella. -Vámonos.
-Yo no voy a ningún lado.-dije. Me encontraba en una casa enorme, apartada de la ciudad.
-Como quieras, no podrás irte de aquí, y menos gritar, estamos a kilómetros de la ciudad, dudo que alguien te escuche.-rió él. ¿Le parecía gracioso?
-¿Por qué no me deja en paz?
-Porque eso no es divertido.
-¿Le parece divertido ver como la gente sufre por su causa? ¿Le parece gracioso que la gente se aparte de su vida, su familia, sus amigos por que a usted le haga gracia?
-No tienes familia, preciosa. Tú y yo sabemos perfectamente que tu familia está o muerta, o quiere verte muerta, que no tienes amigos, y que lo único que quieres hacer es irte lejos de todo, de tí. Por eso te ibas sin saber a donde, ¿cierto?- dijo él. ¿Cómo sabía todo eso? ¿Sabía toda mi historia? Algo en él y en sus palabras me hacía pensar que no me había secuestrado por ser la única chica sola de la calle, si no, por algo en concreto.
-¿Cómo.. Cómo sabe eso?-pregunté con la voz entrecortada.
-Sé más de lo que te imaginas.- contestó.
-Pero, ¿quién se lo ha contado, por qué?
-No te interesa saberlo.
-¿Me ha secuestrado por algo en concreto, verd...
-¡Te he dicho que no te interesa!-me gritó él. Yo me límite a callarme. -Vámonos, entra.

Me cogió fuertemente del brazo y entré junto a él a aquella vieja casa. Los cristales eran a prueba de golpes, era una casa pequeña, pero muy hogareña. Me subió a un pequeño cuarto y lo cerró con llave.

-Cuando sea la hora de la cena, abriré la puerta. No toques nada.-dijo desde fuera y oí cómo bajaba las escaleras una a una hasta llegar abajo.

Me tiré en el suelo con la única esperanza de romperme un pie o que hubiera un crital en él. Puse las manos en mi cabeza y comenzaron a salir lágrimas de mis ojos rápidamente, sin esperarmelo. Hace unos minutos lo único que quería, sólo era alejarme de aquel sitio, de él, de ellos, de todo lo que me hacía mal. Pero, ahora me doy cuenta de lo mucho que me hace falta. No, esos malos recuerdos. Si no, él. Me hace falta. Son estos momentos en los que lo necesito aquí cerca, que me diga que todo va a estar bien aunque sepa que no lo será. Que me sonría, porque es la única manera de que yo lo haga. Que me acaricie la mejilla, y me haga sentir una princesa, porque él es único que me hace ver lo bueno que hay en mí.
Sólo, lo necesito. No es una sensación que sepa explicar con palabras. No es algo que se pueda describir. Pero, sólo sé que cuando él está a mi lado, problemas como este, no son nada.

Pasaron unas horas y aún seguía aquí arriba, nunca me había sentido con tantas ganas de salir, de poder sonreír, de poder reír. Pero no os imáginais cuantas ganas tenía de poder volver al sitio donde estaba hace unas horas y poder dejarle hablar y explicarse. Poder perdonarle. Poder sentir su mirada en la mía.

-Baja ya, vamos a cenar.-dijo aquel hombre abriendo la puerta con el mínimo ruido. Yo le acompañé, sin decir ni una sola palabra. Me senté en una de las sillas de aquella mesa de la cocina y delante mía encontré un plato con arroz, sólo cogí el tenedor con miedo a que empezara a hablar, pero así fue.
-¿No vas a darme las gracias?
-Ah, sí, se me olvidaba, darte las gracias por haberme secuestrado contra mi voluntad y haberme traído a esta casa, aislada, sin poder volver a ver a mi tía, a mi perro ni volver a tener una vida normal. Gracias, eh, te debo la vida.-dije notando el sarcasmo en cada una de mis palabras.
-Hablo sobre haberte preparado la cena, imbécil. Vuelve a hablarme así y no volveras a comer nada de lo que te prepare y no será porque no lo cocine.-dijo él furioso.
-¿Por qué a mí? ¿Por qué me secuestrastes a mí?
-Te he repetido mil veces que no te importa.
-Sí me importa, quiero saberlo.
-¿Y tú para qué quieres volver a tener aquella vida? Tu tía te odiaba, no te dejaba hacer nada, te pegaba, tu único amigo era un perro, ¿sabes lo raro que suena eso?
-Es la única persona que me apoyó y estuvo a mi lado cuando mis padres murieron.-respondí.
-Es un perro.
-Pero tiene más sentimientos que un ser humano.
-No tenías amigos, y luego mi hijo era el único que te ayudó cuando se mudó aquí con su mad...
-Un momento, ¿tu hijo?-pregunté.
-Sí, ¿no te lo había dicho?
-¿El qué?
-Zayn, sí, Zayn Malik, es mi hijo.

Es decir, él era el padre de Zayn. ¿Le habría pedido él que me secuestrara? ¿Sería él un secuestrador como su padre? No entendía nada, sólo habían miles de preguntas que pasaban una tras otra en mi cabeza sin saber ni una respuesta de ninguna.

-¿Cómo puede...
-Desde pequeño, siempre le hize la vida imposible, nunca le quise, era un estorbo en mi vida, su madre nunca lo supo, hasta que cumplió los catorce años y tuvo la valentía de decirselo a su madre. Pasaron dos o tres años y comenzé a maltratar a su madre, y fue entonces cuando se mudaron aquí buscando paz. Pero, he vuelto. Y aunque él no me haiga visto, he estado observandolo, mirando todos sus pasos, mirando lo que era más importante para él, y te encontré a tí. Desde que sepa que te has ido y nunca más volverás, le haré la vida un infierno.- me había confesado todo.Todos sus pensamientos, y realmente nunca había escuchado unas palabras tan crueles y menos, de un padre. Nunca había visto que un padre odiara tanto a su hijo.

De repente aquellas ideas de que Zayn fuera el que le había pedido secuestrarme o que él lo era también, habían desaparecido de mi cabeza. Después de todo, no entiendo porque nunca quiso contarme que su padre nunca lo quiso, no sé porque me lo ocultó. Supongo que los mismos motivos que yo de ocultarle cosas de mi tía y de mis padres, tendría. Pero, después de todo, comprendí que no eramos tan diferentes el uno del otro.

-Aún hay algo que no entiendo.
-No te pido que entiendas. Me preguntastes que por qué te secuestré a tí, y ahí tienes la respuesta.-explicó.
-Sólo quiero saber, ¿por qué siempre has querido hacerle la vida un infierno? Es decir, es tu hijo.
-Es dificil de explicar.
-Tengo tiempo.-dije. Y qué verdad tan grande. Tenía todo el tiempo del mundo.
-Cuando su madre y yo eramos jóvenes, le dije que nunca quería tener hijos, pero ella tenía ilusiones de tener al menos uno, aquella noche tuvimos una gran discusión, pero a las pocas horas, se nos pasó y volvimos a hablarnos, entonces a las pocas semanas, me dió la noticia de que se había quedado embarazada y para mi sorpresa, no quiso abortar. Yo le insistía en que no sería un buen padre, y ella me respondía que nadie nacía naciendo buen padre, eso se aprendía con el paso del tiempo. Pero mi orgullo me llevó a querer que ella abortara a aquel bebé.
-¿No querías tener el orgullo de haber aprendido a ser padre y poder haberle enseñado a caminar, a hablar y haberlo llevado cada día a la escuela? ¿De haber crecido con él?
-Lo único que quería en ese momento era no tener a ese bebé, pero no pude hacer nada y fue cuando nació, desde aquel día, cuando él se quedaba conmigo, no sabía qué decirle o cómo tratarlo, así que decía cualquier cosa y él acababa llorando en su habitación.
-¿Qué edad tenía?
-Unos siete años.
-Igual que yo.-susurré yo.
-Supongo que serían los nervios, y el no saber cómo tratar a alguien lo que me llevó a hacerme el duro delante de él. Lo que más me molesta es no haberle podido pedir perdón y haber sido yo el que nos separara.
-¿Y por qué no lo haces ahora?
-Porque ya es demasiado tarde.-dijo levantandose de la mesa.
-No lo es. A puesto a que él aún sigue esperando a que le pidas perdón. No sabes lo que daría por que mi padre bajara del cielo para darme un abrazo y volver a encontrarnos. Él por dentro querrá volver a hablar contigo y recuperar el amor que desde pequeño le faltó.
-No puedo.-respondió.
-Si puedes, sólo que tu orgullo es más fuerte.
-¡Vete!-gritó él señalando las escaleras furioso.
-¿Qué pasa? ¿He dicho algo malo?-pregunté sorprendida.
-No quiero seguir hablando de esto.- contestó. Yo subí aquellas escaleras y me encerré en aquella habitación, me tumbé en ella y decidí cerrar los ojos. Sólo quería al menos, haberle hecho pensar y haberle hecho recapacitar. Pero, con personas así era muy dificil.

Lo único que me quedaba por entender era, ¿por qué querría secuestrarme él a mí? ¿Sería verdad que yo era lo que más le importaba a él? ¿Sería cierto que no podría vivir sin mí?

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