lunes, 30 de diciembre de 2013

Capítulo 1. "Te quiero"

Sentada en aquel viejo banco, acostumbrada al ruido de los árboles. Acostumbrada a el helado invierno de Australia, a el canto de los pájaros, a la suave brisa. Me senté en aquel viejo banco, donde me sentaba desde que era una niña. Mis padres me llevaban aquí cada semana y se sentaban conmigo para ver el atardecer en este parque. Desde que ya no están, vuelvo cada día, recordando como mi padre leía el periódico justo a mi derecha. Discutía conmigo sobre quién ganaría el partido de la semana. Y mi madre a mi izquierda con una barra de pan, y me daba una mitad a mí, para tirarle migas a las palomas.
Luego solíamos ir a la cafetería de en frente, nos sentabamos en la mesa pequeña de al lado de la ventana y pedía un croussant, mentras ellos pedían un café y me pedían que les pusiera el azúcar..
Pero un día, al coger el coche el coche para irnos a casa.. Ocurrió.
Un coche se saltó un semáforo en rojo y chocó contra nosotros. Conseguí sobrevivir después de una fractura de costilla. Pero mis padres, no lo hicieron.
 Desde aquel día, vivo con mi tía. No es algo que me encante pero, es mi única familia. Aquel día, ella me regaló un pequeño cachorro, creyendo que con eso, mejoraría mi estado de humor. Pero no lo hizo.
Sam, así se llama mi perro, ha sido como mi mejor amigo estos años. Es el único que ha estado ahí siempre. Me ha acompañado en cada momento y ha estado a mi lado cada día. Era el único con que podía hablar de mis problemas y el único que me escuchaba. Comenzaba a entender por qué los perros son el mejor amigo del hombre. Pues, gracias a él, conseguí tener a alguien con quien poder pasar el resto de mis días. Porque por ahora, si no fuera por Sam, estaría sola. Y gracias a él, no lo he estado desde el día que me quedé huerfana.

Noté como alguien se sentaba al otro lado del banco. Tenía un perro de la misma raza que el mío, pero a juzgar por la correa atada al collar rosa, supuse que sería una hembra.
Sam se dirigió a ella y comenzó a ladrarle sin parar.

-Sam, para. No le ladres-le pedí a mi perro mientras lo acercaba hacía mí. El chico reía.
-No pasa nada. Princesa también era así hace un tiempo-dijo el chico de ojos castaños.
-¿Princesa?-pregunté extrañada.
-Sí, así se llama mi perra. Le puse así porque ella lo es-sonrió. Yo imité su gesto timidamente. No me gustaba hablar con extraños, pero parecía como si ya le conociera.
-Es un nombre muy bonito-contesté.
-¿Y el tuyo se llama Sam, no?-preguntó aún sonriendome. Tenía una preciosa sonrisa. Era realmente guapo.
-Sí, ¿cómo lo sabes?-pregunté.
-Le llamastes hace unos segundos-rió. Yo le imité. No sabía cómo lo había hecho, pero hacía mucho tiempo que nadie me hacía reír.
-Es verdad.
-¿Y cuándo te regalaron a tu perro?-me preguntó interesado en el tema. Sus grandes ojos de color castaño, me distraían de la conversación.
-Pues, hace unos siete años-dije.
-¿Tus padres te dejaron tenerlo?, A mí me costó muchísimo-rió.
-Ellos no fueron los que me lo regalaron, fue mi tía-dije.
-¿Y a tus padres les pareció bien?-volvió a preguntar. La verdad no me gustaba tocar ese tema, no me gustaba tener que responder a estas preguntas y luego, sientan lástima de mí.
-Ellos no están-intenté esquivar el tema.
-¿Se fueron de viaje?
-No, si no, que no están..
-Ah, entiendo-dijo entiendo lo que le trataba de decir- Lo siento mucho, no pretendía..
-No, no. No pasa nada.
-En serio, no quería molestarte con mis preguntas absurdas-dijo él.
-No, en serio, no son absurdas. Entiendo que lo haigas preguntado.
-Yo también he perdido a mi hermana hace unos años.
-¿Qué le pasó?-pregunté sorprendida. Debería de pasarlo fatal.
-Pues nació con una enfermedad, no pudimos tratarla-explicó.
-Lo siento mucho.
-No pasa nada. ¿Y tus padres?¿Qué les pasó?
-Un accidente de coche-resumí.
-Yo también lo siento.
-No pasa nada.
-Bueno, no nos deprimamos-dijo intentando levantarme el ánimo.
-¿Y por qué has venido hoy con tu perro?-pregunté. He venido todos los días y hasta hoy, no lo había visto.
-Pues, nos hemos mudado y me ha gustado este parque. Tiene mucho espacio para que los perros caminen.
-Sí, la verdad que sí-sonreí al igual que él, al mirar como nuestros perros jugaban juntos en el cesped.
-¿Y tú por qué has venido aquí?
-Vengo aquí desde que era una niña, con mis padres.
-Yo solía ir con mi madre a un parque de pequeño, siempre me compraba un helado a mí y a mi hermana. Ella me tiraba una pelota y yo iba detrás de ella-los dos reímos juntos.
-Yo luego iba con mis padres a la cafetería y me encantaba ponerles el azúcar y molestarle a mi padre diciendole que iba a ganar el equipo que no le gustaba.
-Y yo jugaba con mi hermana al 'veo, veo' sentados en el banco. Y cuando se hacía de noche contábamos las estrellas-contó. Los dos no parabamos de reír con las antiguas anécdotas.
-Supongo que no olvidaremos nunca nuestro pasado-dije.
-No quiero olvidarlo.
-Yo no lo haré nunca.
-Y bueno, ¿donde vives?-me preguntó.
-Vivo en esta calle de aquí-le señalé-la segunda casa. ¿La ves? La de color azul.
-Sí, la veo.
-¿Y tú donde vives?
-Pues dos calles más atrás. En una casa naranja.
-¿Allí no vivía una anciana hace un tiempo?-pregunté.
-Sí, era una amiga de la familia de mi madre, nos pudo dejar su casa.
-¿Y qué les hizo mudarse aquí?-volví a preguntar curiosa. No quería molestarle, solo que por alguna razón inexplicable, me interesaba saber sobre su vida.
-Pues, hace un par de años mis padres se separaron y ahora vivo aquí con mi madre.
-Lo siento. Si no quieres seguir hablando de esto, pasamos de tema-dije.
-No, no pasa nada. Cuando deja de haber amor en una relación, ya no tienen por qué estar juntos.
-Si el amor se fue, es por que nunca estuvo de verdad.
-Si el amor se va, es por que nunca se cuidó lo suficiente-me corrigió él.
-Creo que tienes razón-dije. Él rió- ¿Eres un experto en el amor, no?
-No soy ningún experto, sólo me gusta-me miró y a la vez me sonrió. Yo lo miré detenidamente y reaccioné a hacer lo mismo.
-¿Te gusta el amor, eh?-pregunté.
-Supongo que el amor es el sentimiento más grande que puede haber en el mundo-contestó. Pensaba exactamente lo mismo. Era casi igual a una de las frases de un libro que había leído hace poco.
-Pienso lo mismo.
-¿Quién no ha sentido amor alguna vez?-rió.
-Hay dos clases de amor-dije.
-¿Cuáles?-preguntó sin entenderme.
 -Pues, por ejemplo, no es el mismo amor el que sientes por tus padres o tu familia, que el que sientes por la persona con la que quieres pasar tu vida, ¿entiendes?-intenté explicarme. Creo que nunca había hablado de esto con nadie.
-Puede que tengas razón, pero de las dos maneras, quieres, amas y darías la vida por esas personas. Eso es amor.
-Tiene su lógica-reí esta vez yo. Era muy encantador para ser un chico más o menos de mi edad. Era todo un caballero. Pero mis miedos me impedían volver a confiar en nadie, así que no quise hacerme ilusiones con ese muchacho y decidí tomarlo como un conocido. Ni siquiera sabía su nombre y seguro que nunca más lo volvería a ver.
 -Pues, ya se está haciendo la hora de cenar. Me tengo que ir. ¿Ya nos veremos, no?
-Sí, ya nos veremos.
-Adios.
-Adios-me despedí de aquel chico y de su perra "Princesa". Era un chico encantador, realmente guapo. Su pelo era negro, sus ojos casi del mismo color, pero cuando los mirabas con la luz del sol, eran castaños. Y su sonrisa era amplia, cada vez que reía, hacía que yo también lo hiciera. Era una sensación extraña.
No sabía como describirlo. Pero, ¿cómo es que no puedo parar de pensar en él desde que se fue?

-Sam-llamé a mi perro, quién vino a los pocos segundos y se sentó a el otro lado de mi banco-¿Qué me está pasando, amigo?, No puedo estarme enamorando, ¿verdad?-mi perro inmediatamente suelta un ladrido.
-No, Sam, no puedo estarme enamorando de un desconocido, ¿entiendes?, ni siquiera sé su nombre- mi perro se dirgió casi a la salida del parque, y con el pie estuvo escabando un rato por esa zona hasta que cogió un pequeño colgante del suelo.
Se dirigió hacía mí y me lo dió en mis piernas. Lo cogí y miré la inscripción que tenía aquel pequeño colgante de un color semejante al oro. "Zayn"

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