martes, 31 de diciembre de 2013

Capítulo 2. "Te quiero"

Esa misma noche, llegué a casa. Mi tía estaba acostada en el sillón, viendo una serie en la televisión. No quise molestarla así que entré a mi habitación. Sam fue a beber y comer algo en el cuenco de la cocina y luego, se dirigió hacia mí. Yo ya me había puesto un pijama, que ya me quedaba pequeño, pero mi tia todavía no me compraba pijamas o ropa nueva. Decía que "hay que ahorrar lo máximo posible".
Mi cama ya no era para una niña de mi edad, también chillaba un poco al poner tu peso en ella, pero "no podemos comprar muebles nuevos, cuestan mucho". Me acosté en ella con mis brazos sujetando mi cabeza. Me limité a mirar el techo. Desde fuera se escuchó un ruido muy fuerte, como si fuera un fuego artificial, y el pobre Sam, se asustó y comenzó a ladrar. Intenté calmarlo. Pero no podía explicarle lo que era ya que mi tía me obligaba a no abrir las ventanas , ya que "la luz le molestaba" y si quería ver la luz "saliera al parque".
No sabía el motivo para que sonaran de repente unos fuegos artificiales, pero conseguí que Sam se calmara y lograra dormirse en el suelo. Como adivinaréis, mi tía dice que los perros no necesitan cama.

-Buenas noches, Sam-dije, le acaricié la cabeza y me giré para poder dormirme cómodamente.
Suspiré e intenté no pensar de nuevo en aquel chico. Sí, ¿cómo se llamaba?, Ah, sí, Zayn.
Nunca había escuchado ese nombre en mi vida. Parece esconder muchos secretos, pero igualmente, había algo en él que me hacían querer descubrirlos. Seguramente, no lo volveré a ver nunca más, así que intentaré olvidarme de él lo más rápido posible.
Quedé dormida al rato de estar pensando en todo lo que había pasado, pero, el despertador a las 8 de la mañana de mi tía me levanta cada día. Era un tormento. Ahora saldría a correr después de desayunar y yo aprovecharía para salir a la biblioteca a leer aquel libro que tanto me gustaba.
Me lavé la cara, y después de cambiarme a por una ropa, más o menos cómoda, fuí hacia la cocina. Mi tía estaba en la mesa, comiendo sus tostadas y su leche con cola cao. Lo que yo me tendría que preparar ahora.

-Buenos días, ¿no?-preguntó ella.
-Buenos días-dije sin ánimos.
-Te estás volviendo una maleducada.
-No soy maleducada. Me he levantado muy cansada.
-Claro, porque ayer volvistes tarde. Y hablando de eso, ¿dónde estuvistes?
-Sabes que voy a pasear a Sam al parque todos los días.
-¿Y por qué esta vez te demorastes tanto?
-Pues porque quise estarme más tiempo.
-¿No habrá algún chico allí abajo, verdad?
-No, tía.
-Como vuelvas a venir a esa hora, estarás castigada sin sacar al perro en un mes.
-Pero tía, los perros necesitan salir para hacer sus cosas, no pueden estar encerrados. Se agobian..
-Bla, bla, bla... ya está dicho, el perro se quedará como vuelvas a esa hora.
-Pero él no tiene la culpa.
-Pues saldrá él solo.
-Se escapará, o lo podría coger un coche.
-Pues no llegues a esa hora para que el perro ese no salga solo de aquí, porque como te vea con un chico, te lo quito. No se habla más, ¿entendido?-me dijo ella. Me dirigí hacía mi habitación a punto de llorar. ¿Esa mujer no entendía que Sam era mi mejor amigo?¿Qué no tenía a nadie excepto a él?, No era justo lo que hacía. Nada justo. ¿Ahora entendéis por qué no me encantaba quedarme con ella?
-¿A dónde crees que vas?
-A mi habitación.
-¿Sin desayunar?, Anda, ponte la leche y las tostadas.
-No tengo hambre, tía.
-Ya te he dicho que no me llames tía, me llamo
-Lo siento,
-Venga, a desayunar.
-Ya he dicho que no tengo hambre.
-Pero bueno, ¿quién te enseñó a ser tan maleducada?
-No soy maleducada.
-Desde luego yo no he sido. ¿Qué dirían tus padres si estuvieran aquí?
-¡Pero no están!-le grité y me encerré en mi cuarto con un gran golpe de puerta. Era una bruja, ¿qué pretendía estar toda la vida detrás mía diciendome lo que tengo que hacer y quitandome lo que me quedaba a cada paso?, Si me llega a quitar a Sam, me moriría. Es mi mejor amigo, el único que estuvo allí cuando mis padres no estaban. Me escuchaba siempre. Vamos a casa y salimos juntos, no me imagino la vida sin él. Sonará cursi, o sonará de una niña tonta, pero él es que estuvo ahí como un hermano, y lo cuidaré siempre. No voy a permitir que esa bruja me quite a Sam, ni que lo suelte por ahí para que le pase cualquier cosa.Antes que eso, me voy de aquí.
Sam se acercó a mí y se sentó a mi lado apoyando su cabeza en mis pies y yo le acaricié. Yo sabía que él también sabía lo que estaba pasando ahora mismo.

-No voy a dejar que nos separen nunca, amigo-le dije. Él levantó su cabeza y se tiró encima mía para lambiar mi cara. Yo comenzé a reír fuertemente.

-Raquel, ¿qué pasa ahí dentro?
-Nada-dije sin poder parar de reír-Para, Sam-le pedí poniendome de pie. Mi tía entró en la habitación y me miró de mala manera.
-Me voy a correr, si vas a salir, ven antes de la una para comer-dijo ella. Ví como se iba y cerraba la puerta con un duro golpe. Yo le puse la correa a Sam y quise salir con él a aquella librería de en frente. Quería terminar de leer aquel libro. Pero, ¿donde dejaba a Sam?, Tendría que comprar el libro, pero no tenía nada de dinero.
-Bueno, amigo, creo que dejaremos lo de la librería para otro momento, cuando sea mayor y tenga un empleo-intenté reír. Él se soltó de la correa y fue a la pequeña mesa de mi habitación. Cogió el colgante de aquel chico, Zayn y me lo dió en mis pies para que pudiera cogerle- Eso es, Zayn-exclamé. Salimos de casa para ver si había alguien en el parque. Pero no, no había nadie.
-Lastima Sam, aquí no está. Vamos a casa-le dije. Mi perro no se dió por vencido y no quiso irse de aquel sitio- Espera, vamos a ver si el chico o la chica de la libería me lo presta.
Corrimos hacía la otra punta de la calle mirando si habían coches y dejé a Sam atado a una farola con un nudo.
-No te muevas de aquí, amigo. ¿vale?-le pedí y acaricié su cabeza. Entré a la librería y ví a la chica allí en el mostrador.
-Hola-saludó ella.
-Hola, quería consultarle algo.
-Dígame.
-Bueno, no tengo nada de dinero y tengo a mi perro atado a fuera. Me preguntaba si..
-¿Te puedo dejar el libro de la última vez para terminarlo?-terminó mi frase, algo que me sorprendió.
-Eso mismo-reí.
-Pues claro que sí. Eres muy buena clienta a esta librería.
-Muchas gracias, en serio. Se lo traigo antes de la una-le avisé. A ella le pareció bien, me dió el libro y pude salir de la librería. Sam me esperaba sentado.
-Ya vine, Sam. ¡Me dejaron el libro!-exclamé. Él se alegró por mí, lo notaba en su mirada y en como sacaba su lengua moviendo su cola. Lo desaté de aquella farola y fuí hacia el parque para sentarme en el banco.
Abrí el libro e intenté averiguar por qué página me había quedado. Y la encontré, siempre dejaba la punta doblada para no perderme. Empezé a leerlo, hasta que sentí a alguien sentarse a mi lado.
Me sorprendió que fuera ese chico de nuevo. Me dedicó una sonrisa, y yo hize lo mismo.

-Hola-saludó él.
-Hola.
-Volvemos a vernos-dijo él.
-Eso parece-reí. Él se detuvo a mirar el libro que estaba leyendo.
-No me digas que estás leyendo ese libro-se sorpredió y de su bolso, rápidamente, sacó ese mismo libro.
-¿Lo tienes?-reí yo al verlo.
-Claro, me encanta este libro. ¿Por qué página vas?-preguntó.
-Voy por cuando la... 396-le dije.
-Lees rápido-rió él- Yo todavía por la 257-me dijo.
-Me encanta leer.
-A mí me gusta leer y escribir-me comentó.
-¿También escribes?-pregunté.
-Sí, estoy empezando una novela en el ordenador de mi casa-dije.
-¿Y la vas a publicar cuando la termines, no?
-No sé, no tengo tanto dinero. Si quieres cuando la termine, te dejo leerla.
-No tengo ordenador-reí.
-Pues podría imprimirla, creo.
-Eso estaría bien. ¿Y de qué va?
-De un chico y una chica, se conocen un día y.. Lo típico-rió sin dar más datos.
-¿En dónde se conocen?
-Pues.. En un parque-sonrió tímido. No sabía por qué lo hacía, pero mi intuición me decía que hablaba de mí. Pero no quería saberlo. Así que decidí marcharme de ahí y leer el libro en mi casa.
-Bueno.. Me tengo que ir, voy a leer el libro-busqué una escusa para irme. Me levanté y me agarró suavemente el brazo. Yo me deshize de su agarre y lo miré.
-No te vayas, por favor. Quédate.
-¿Para qué?
-¿No te habrá molestado lo de mi novela?
-¿El qué?
-Nada, déjalo-intentó esquivar el tema. Pero él mismo había entrado en él, así que, no tenía excusa.
-No, dime.
-Es que no tenía mucha inspiración, y me ayudastes a crear esa novela que llevaba tiempo queriendo hacer. Pero no eres tú esa chica, es otra. Es decir, no existe. Bueno, si existe..-quería explicarse pero cada palabra la estaba fastidiando más.
-Da igual. No hace falta que me expliques nada, solo somos conocidos. Nos conocimos ayer, no tienes por qué explicarme quién es la chica de tu novela.
-Pero, no..
-Tengo que irme-dije cogiendo la correa de Sam y llendome hacía mi casa. Se me hacía un poco raro todo esto. No sabía si sentirme alagada, si esto era extraño... Lo único que sabía es que por alguna razón inexpicable, lo que hizo por mi me parecía, no sé... Tierno. Cuando me pidió que me quedara, agarrandome del brazo, recordandome aquella escena tan dulce del libro. Me hizo pensar que ese chico no sería un simple conocido toda mi vida. Me hizo pensar que de verdad, quería quedarme. Pero no estoy acostumbrada a que me pasen cosas buenas, así que siento como si todo esto fuera un sueño y debo huir de él. Puede sonar patético pero desde que tengo ocho años, nunca me ha sucedido nada bueno en la vida, y desde ayer, tuve algo diferente en qué pensar. Pude notar una sensación extraña en el estómago. Comenzaba a experimentar la frase de sentir "mariposas en la barriga" por primera vez. Nunca nadie me hizo sentir eso. Nunca nadie con una sonrisa, me hizo corresponderle con lo mismo. Nunca nadie me hizo ponerme nerviosa con una mirada. Pero, también me hizo pensar que, a lo mejor no era yo la chica de la que hablaba en su novela. A lo mejor hablaba de otra, seguro que está enamorado de otra chica y todo esto sería un engaño, como siempre ha sido mi vida. Una mentira.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Capítulo 1. "Te quiero"

Sentada en aquel viejo banco, acostumbrada al ruido de los árboles. Acostumbrada a el helado invierno de Australia, a el canto de los pájaros, a la suave brisa. Me senté en aquel viejo banco, donde me sentaba desde que era una niña. Mis padres me llevaban aquí cada semana y se sentaban conmigo para ver el atardecer en este parque. Desde que ya no están, vuelvo cada día, recordando como mi padre leía el periódico justo a mi derecha. Discutía conmigo sobre quién ganaría el partido de la semana. Y mi madre a mi izquierda con una barra de pan, y me daba una mitad a mí, para tirarle migas a las palomas.
Luego solíamos ir a la cafetería de en frente, nos sentabamos en la mesa pequeña de al lado de la ventana y pedía un croussant, mentras ellos pedían un café y me pedían que les pusiera el azúcar..
Pero un día, al coger el coche el coche para irnos a casa.. Ocurrió.
Un coche se saltó un semáforo en rojo y chocó contra nosotros. Conseguí sobrevivir después de una fractura de costilla. Pero mis padres, no lo hicieron.
 Desde aquel día, vivo con mi tía. No es algo que me encante pero, es mi única familia. Aquel día, ella me regaló un pequeño cachorro, creyendo que con eso, mejoraría mi estado de humor. Pero no lo hizo.
Sam, así se llama mi perro, ha sido como mi mejor amigo estos años. Es el único que ha estado ahí siempre. Me ha acompañado en cada momento y ha estado a mi lado cada día. Era el único con que podía hablar de mis problemas y el único que me escuchaba. Comenzaba a entender por qué los perros son el mejor amigo del hombre. Pues, gracias a él, conseguí tener a alguien con quien poder pasar el resto de mis días. Porque por ahora, si no fuera por Sam, estaría sola. Y gracias a él, no lo he estado desde el día que me quedé huerfana.

Noté como alguien se sentaba al otro lado del banco. Tenía un perro de la misma raza que el mío, pero a juzgar por la correa atada al collar rosa, supuse que sería una hembra.
Sam se dirigió a ella y comenzó a ladrarle sin parar.

-Sam, para. No le ladres-le pedí a mi perro mientras lo acercaba hacía mí. El chico reía.
-No pasa nada. Princesa también era así hace un tiempo-dijo el chico de ojos castaños.
-¿Princesa?-pregunté extrañada.
-Sí, así se llama mi perra. Le puse así porque ella lo es-sonrió. Yo imité su gesto timidamente. No me gustaba hablar con extraños, pero parecía como si ya le conociera.
-Es un nombre muy bonito-contesté.
-¿Y el tuyo se llama Sam, no?-preguntó aún sonriendome. Tenía una preciosa sonrisa. Era realmente guapo.
-Sí, ¿cómo lo sabes?-pregunté.
-Le llamastes hace unos segundos-rió. Yo le imité. No sabía cómo lo había hecho, pero hacía mucho tiempo que nadie me hacía reír.
-Es verdad.
-¿Y cuándo te regalaron a tu perro?-me preguntó interesado en el tema. Sus grandes ojos de color castaño, me distraían de la conversación.
-Pues, hace unos siete años-dije.
-¿Tus padres te dejaron tenerlo?, A mí me costó muchísimo-rió.
-Ellos no fueron los que me lo regalaron, fue mi tía-dije.
-¿Y a tus padres les pareció bien?-volvió a preguntar. La verdad no me gustaba tocar ese tema, no me gustaba tener que responder a estas preguntas y luego, sientan lástima de mí.
-Ellos no están-intenté esquivar el tema.
-¿Se fueron de viaje?
-No, si no, que no están..
-Ah, entiendo-dijo entiendo lo que le trataba de decir- Lo siento mucho, no pretendía..
-No, no. No pasa nada.
-En serio, no quería molestarte con mis preguntas absurdas-dijo él.
-No, en serio, no son absurdas. Entiendo que lo haigas preguntado.
-Yo también he perdido a mi hermana hace unos años.
-¿Qué le pasó?-pregunté sorprendida. Debería de pasarlo fatal.
-Pues nació con una enfermedad, no pudimos tratarla-explicó.
-Lo siento mucho.
-No pasa nada. ¿Y tus padres?¿Qué les pasó?
-Un accidente de coche-resumí.
-Yo también lo siento.
-No pasa nada.
-Bueno, no nos deprimamos-dijo intentando levantarme el ánimo.
-¿Y por qué has venido hoy con tu perro?-pregunté. He venido todos los días y hasta hoy, no lo había visto.
-Pues, nos hemos mudado y me ha gustado este parque. Tiene mucho espacio para que los perros caminen.
-Sí, la verdad que sí-sonreí al igual que él, al mirar como nuestros perros jugaban juntos en el cesped.
-¿Y tú por qué has venido aquí?
-Vengo aquí desde que era una niña, con mis padres.
-Yo solía ir con mi madre a un parque de pequeño, siempre me compraba un helado a mí y a mi hermana. Ella me tiraba una pelota y yo iba detrás de ella-los dos reímos juntos.
-Yo luego iba con mis padres a la cafetería y me encantaba ponerles el azúcar y molestarle a mi padre diciendole que iba a ganar el equipo que no le gustaba.
-Y yo jugaba con mi hermana al 'veo, veo' sentados en el banco. Y cuando se hacía de noche contábamos las estrellas-contó. Los dos no parabamos de reír con las antiguas anécdotas.
-Supongo que no olvidaremos nunca nuestro pasado-dije.
-No quiero olvidarlo.
-Yo no lo haré nunca.
-Y bueno, ¿donde vives?-me preguntó.
-Vivo en esta calle de aquí-le señalé-la segunda casa. ¿La ves? La de color azul.
-Sí, la veo.
-¿Y tú donde vives?
-Pues dos calles más atrás. En una casa naranja.
-¿Allí no vivía una anciana hace un tiempo?-pregunté.
-Sí, era una amiga de la familia de mi madre, nos pudo dejar su casa.
-¿Y qué les hizo mudarse aquí?-volví a preguntar curiosa. No quería molestarle, solo que por alguna razón inexplicable, me interesaba saber sobre su vida.
-Pues, hace un par de años mis padres se separaron y ahora vivo aquí con mi madre.
-Lo siento. Si no quieres seguir hablando de esto, pasamos de tema-dije.
-No, no pasa nada. Cuando deja de haber amor en una relación, ya no tienen por qué estar juntos.
-Si el amor se fue, es por que nunca estuvo de verdad.
-Si el amor se va, es por que nunca se cuidó lo suficiente-me corrigió él.
-Creo que tienes razón-dije. Él rió- ¿Eres un experto en el amor, no?
-No soy ningún experto, sólo me gusta-me miró y a la vez me sonrió. Yo lo miré detenidamente y reaccioné a hacer lo mismo.
-¿Te gusta el amor, eh?-pregunté.
-Supongo que el amor es el sentimiento más grande que puede haber en el mundo-contestó. Pensaba exactamente lo mismo. Era casi igual a una de las frases de un libro que había leído hace poco.
-Pienso lo mismo.
-¿Quién no ha sentido amor alguna vez?-rió.
-Hay dos clases de amor-dije.
-¿Cuáles?-preguntó sin entenderme.
 -Pues, por ejemplo, no es el mismo amor el que sientes por tus padres o tu familia, que el que sientes por la persona con la que quieres pasar tu vida, ¿entiendes?-intenté explicarme. Creo que nunca había hablado de esto con nadie.
-Puede que tengas razón, pero de las dos maneras, quieres, amas y darías la vida por esas personas. Eso es amor.
-Tiene su lógica-reí esta vez yo. Era muy encantador para ser un chico más o menos de mi edad. Era todo un caballero. Pero mis miedos me impedían volver a confiar en nadie, así que no quise hacerme ilusiones con ese muchacho y decidí tomarlo como un conocido. Ni siquiera sabía su nombre y seguro que nunca más lo volvería a ver.
 -Pues, ya se está haciendo la hora de cenar. Me tengo que ir. ¿Ya nos veremos, no?
-Sí, ya nos veremos.
-Adios.
-Adios-me despedí de aquel chico y de su perra "Princesa". Era un chico encantador, realmente guapo. Su pelo era negro, sus ojos casi del mismo color, pero cuando los mirabas con la luz del sol, eran castaños. Y su sonrisa era amplia, cada vez que reía, hacía que yo también lo hiciera. Era una sensación extraña.
No sabía como describirlo. Pero, ¿cómo es que no puedo parar de pensar en él desde que se fue?

-Sam-llamé a mi perro, quién vino a los pocos segundos y se sentó a el otro lado de mi banco-¿Qué me está pasando, amigo?, No puedo estarme enamorando, ¿verdad?-mi perro inmediatamente suelta un ladrido.
-No, Sam, no puedo estarme enamorando de un desconocido, ¿entiendes?, ni siquiera sé su nombre- mi perro se dirgió casi a la salida del parque, y con el pie estuvo escabando un rato por esa zona hasta que cogió un pequeño colgante del suelo.
Se dirigió hacía mí y me lo dió en mis piernas. Lo cogí y miré la inscripción que tenía aquel pequeño colgante de un color semejante al oro. "Zayn"