martes, 7 de enero de 2014

Capítulo 3. "Te quiero"

Sam y yo, sentados en el viejo sillón de casa, mientras él descansaba a mi lado, yo intentaba terminar aquel libro que tanto me gustaba. Quería saber lo que pasaba entre ellos dos, si se quedarían juntos, si por fin se darían aquel beso que tanto esperaban ambos, o simplemente sería otra historia que no funcionaría.
Observaba las últimas páginas de aquel libro, quedaba menos de lo que esperaba. Sinceramente, tenía miedo de saber el final, y que acabara el libro... Pero de repente, sonó el reloj. Ya era la 1 en punto. Debía entregarle el libro a la chica de la libería, si no, no volvería a confiar en mí.

-Sam, despierta-le pedí a mi perro para poder salir inmediatamente. Él levantó su cabeza, y se puso después de unos segundo de pie, le puse su correa y salimos de casa para recorrer la calle hasta aquella biblioteca. Dejé a Sam atado con la correa en la farola, al igual que esta mañana.
Finalmente, llegué y la chica se alegró al verme.

-Muy puntual-sonrió cogiendo aquel libro que todavía no había terminado.
-Sinceramente, no terminé de leerlo. No quería saber el final-reí.
-Pues creo que te va a sorprender. Todas las historias tienen un final asombroso-dijo ella mientras guardaba el libro en su respectivo lugar de la librería.
-Ahora me dejastes con las ganas de terminarlo.
-Puedes venir mañana a la misma hora, si quieres.
-Me encanta la idea. Entonces, ¿mañana a la misma hora?-pregunté para asegurarme.
-Sí, claro.
-Muchas gracias, hasta mañana-agradecí y me dispuse a irme con Sam. Llegamos a casa y allí estaba mi tía en la mesa, tenía mal humor, y eso me preocupaba cada vez más a cada paso que daba.
-¿Dónde estabas?-me preguntó ella seria.
-Fui enseguida a devolver el libro a la librería, querían que lo fuera a llevar a la una-le expliqué intentando que no me pegara como ya lleva varias veces desde que ya no estaban mis padres.
-¿Y qué te dije? Que llegaras antes de la 1 , ¿no?
-Sí, pero es que no...
-No hay pero que valga, te juro que como vuelvas a mentirme y venir tarde, ese perro se larga de casa-dijo ella.
-¡No puede irse, Sam es mi amigo!-grité sin más. Sinceramente, no aguantaba como me trataba. Pero, supe que me arrepentiría de haberle gritado cuando su mano golpeó mi cara fuertemente haciendome caer en el piso.
-¡Te he dicho mil veces que no me grites, niñata insolente!-exclamó ella. Una lágrima salió de mis ojos sin esperarmelo y mi instinto me insitó a huir de aquel lugar y encerrarme como hacía siempre en mi habitación. Me tiré en la cama boca a bajo escondiendo mi cara en la almohada sin parar de llorar. Me dolía muchísimo la mejilla. Al tocarla, me ardía. Fue un golpe muy fuerte. Pero, ¿en qué piensa esa mujer?, Solo quiere hacerme la vida imposible desde que vivo con ella. Solo quiere que haga lo que ella desea, en ese mismo momento y como ella quiera. Disfruta viendo como me golpea la cara y como me grita sin razón alguna.
Mi vida siempre ha sido así, nunca he podido confiar en que algo bueno me pase nunca, ya que no me ha pasado. Aquel chico se irá, al igual que ya lo ha hecho todo lo bueno que hubo alguna vez en mi vida.
Espero llegar unos cuántos años más, y poder salir de este infierno de casa y poder tener mi propio hogar, mi trabajo, y mi vida cambie al menos en algo, porque desde hace siete todo ha sido día tras día las mismas cosas, mismas personas, mismas peleas, mismas tareas.. Día tras día, durante siete años. Y solo tengo quince años.

-Raquel-me llamó mi tía desde detrás de la puerta. Yo no quise contestarla. Ella entró a mi habitación y me miró detenidamente- Esta noche iremos a una cena de Navidad que celebran todos los vecinos en la comunidad. Vas a venir conmigo.
-¿Pero por qué?, Yo no quiero ir a esa fiesta.
-Pues porque lo digo yo. Te pones una ropa que tengas aquí, porque no pienso pagarte ningún traje de esos para que parescas una niña pija-se molestó en decirme mi "amable" tía.
-No me gustan los trajes.
-Mejor, no iba a comprartelo. Ah, y hablando de comprar. No he podido comprarte ningún regalo esta Navidad, con el dinero de mi trabajo, me compraré la próxima semana un coche nuevo-dijo.
-No pasa nada-dije. No sabía por qué se molestaba en decirmelo si a los ocho años me estropeó la ilusión creyendo que me había portado mal, pero año tras año, nunca me trajeron nada.
-Gracias por comprenderlo. Bueno, limpia la casa, y friega el almuerzo o haz algo porque hasta las nueve no salimos de casa. Yo voy a ir a arreglarme un momento a la peluquería, no te muevas de aquí-me pidió ella.

Oí como sus tacones golpeaban en piso mientras se disponía a irse, y cerró la puerta. Yo hize lo que ella me había me había pedido, no eran más que las cuatro de la tarde, así que cogí la escoba y barrí poco a poco la casa, estaba llena de polvo, el piso tanto como los muebles. Sam me acompañaba a cada paso. Era un poco aburrido barrer sin música, pero no podía ponerla por qué mi tía no me dejaba, decía que la música era molesta. Tardé un poco en fregar, ya que no me gustaba nada limpiar lo que ella comía, ya que comia bastante.
Después de hacer mis tareas, quise mirar mi ropero, aunque no hubiera casi nada de ropa. Me senté en mi cama y miré las únicas piezas de ropa que tenía.
-¿Qué puedo ponerme, Sam?-pregunté sin saberlo aún. Él soltó un pequeño sonido y acostó su cabeza encima de sus pequeñas patas- Lo tomaré como un no sé-reí.
Volví a mirar y decidí ponerme un pantalón vaquero largo con una camisa de manga larga de color celeste. Arreglé mi pelo y me puse mis viejas All-Star. Igualmente, no habría nadie que me interesara. Ya eran las ocho y media y mi tía no volvía de la peluquería me senté en mi cama a esperarla con Sam, ya que no quería que viera la televisión entre semana, porque me desconcentraba de mis estudios. Aunque estuviera en vacaciones. Lo que me recordaba que ya la próxima semana, volvería de nuevo.
Tocaron la puerta y me dirigí a abrir. Era mi tía.

-Venga, vamonos ya a la fiesta, están todos los vecinos abajo-me avisó ella y cerró la puerta dejando a Sam en mi habitación.
-Espera, quiero bajar a Sam.
-¿Estás loca?, Ese animal lo único que daría sería escándalos, pelos y pulgas.
-Él no es así, sabe comportarse.
-Oh, entonces es igual que su dueña-ironizó mi tía agarrandome de los hombros para que no subiera a buscarle. Escuchaba como Sam se sentaba detrás de la puerta y eso me ponía mal. Mi perro siempre me acompaña a todo, es mi mejor amigo.
-Déjame buscarle, por favor.
-No, ya vamos a llegar.
-Pero quiero que venga conmigo. Es mi amigo.
-Mira que eres infantil. ¿Amiga de un perro?, ¿Ahora me dirás que es tu único amigo, no?-rió ella sarcásticamente.
-Pues sí, él es el único que está ahi siempre.
-Yo he estado siempre desde que eras una mocosa, te he acogido en mi casa, ¿así me lo pagas?
-No has hecho nada bueno en mi vida.
-Te he dado a ese perro, te he dado un hogar. Eres una desagradecida.

Decidí dejar aquel tema ya que ya habíamos llegado a aquella fiesta en la comunidad. Nos sentamos en aquella mesa llena de comida.
-Y que no se te ocurra comer mucho, no vayas a ponerte gorda-me decía mi tía al oído para que nadie la escuchara. ¿En serio hablaba en serio?, Yo para mi edad era demasiado flaca, ella no lo era, ella comía demasiado, no sé de que me hablaba.
Pasó el rato y ya extrañaba a Sam. Pero de repente Princesa, corrió hacia mí de la nada y detrás su dueño, al que no me esperaba para nada ver.
-Perdón, Me arrastró hacía aquí-rió él.
-¿Qué haces aquí?-le pregunté ignorando el tema anterior.
-Mi madre me hizo venir a la fiesta de la comunidad, supongo que a tí tu tía también, ¿no?
-Sí.
-¿Y Sam?
-No me ha dejado traerlo.
-¿Por qué?
-Decía que quería que descansara, que habíamos salido hoy y no quería que se pusiera malo-le mentí intentando no acabar hablando de ese tema.
-Tiene razón. Pero estos perros nunca se cansan.
-Lo sé.
-Bueno, solo quería decirte que siento mucho lo de hoy, no era para nada mi intención ponerte nerviosa. Quiero que nos llevemos bien, sin ningún malentendido.
-No, no pasa nada.
-Al menos dejame empezar de nuevo.
-Vale-reí.
-Bueno, dime, ¿cómo te llamas?
-Raquel, Raquel Mendoza, ¿y tú Zayn, verdad?
-¿Cómo lo sabes?-preguntó sorprendido.
-Te dejastes un colgante en el suelo con tu nombre escrito en la inscripción, ¿te lo traigo?-pregunté.
-Ah, es verdad. No pasa nada, ya me lo darás.